Llevo mucho tiempo sin escribir. La Residencia me tiene bastante absorta. No digamos nuestro querido coronavirus...
Pero hoy quería pasarme por aquí y contaros cómo es un día normal en el hospital, cuando estamos de guardia, en el día Internacional de la Mujer y cómo nos desenvolvemos en nuestro día a día, como me imagino que pasará en el resto de oficios.... Vamos allá.
Llego al hospital. Comienza una de mis guardias de 24 horas. Al principio las contaba emocionada, pero ya perdí la cuenta allá por enero cuando la demanda asistencial incrementó y las hizo parecer eternas e interminables.
Me cruzo con el vigilante de seguridad. Saludo.
Celadoras y personal de enfermería. Saludo. Voy a cambiarme.
Continúo con el ritual burocrático y preparativo para comenzar la jornada.
Voy a mi puesto de trabajo de la Urgencia. Hoy todos los médicos adjuntos son mujeres. Adjuntas. De hecho, de los trece médicos que estamos de guardia doce somos doctoras. Sin embargo, a lo largo del día habrá todavía muchos pacientes que se piensen que somos las enfermeras y algún osado se atreverá a preguntar que cuándo viene el doctor.
Es más, en el equipo de enfermería de ese turno hay más hombres que mujeres.
Casualidades de la vida...
Entramos en la vorágine del día. Paciente tras paciente. Intentando dar nuestra mejor versión con cada uno de ellos. Atendemos casos agudos, casos graves y los no tan graves que te hacen cuestionar la sostenibilidad de este sistema y que la educación sanitaria poblacional es muy necesaria para evitar la sobrecarga del mismo.
Todo ello bajo un estrés continuo, con el oído bien agudo por su suena la alarma del box de críticos y entonces sí que hay que correr...
La gran mayoría de los pacientes atendidos agradecen la atención prestada, indistintamente del género del profesional que le está atendiendo. Sin embargo, siempre hay una minoría que te hace pequeña. Que a sus ojos no eres igual de profesional que una persona con barba y testículos. Que pone en entredicho tu proceder o tu juicio clínico por el hecho de tener un registro de voz más agudo.
La Urgencia no da tregua. Vamos siempre con una botella de agua forzándonos a beber para que en algún momento de la tarde sea inevitable tener que ir al servicio porque si no se nos olvida.
Sin embargo, sacamos el trabajo adelante. Hoy tenemos muy buen equipo y trabajamos como una máquina bien engrasada. La Urgencia no se cae. No se colapsa. Todo va relativamente bien.
Llega un punto de la noche en que un paciente muy demandante y de malas formas exige ser atendido por un médico de las características que hemos comentado previamente (con barba y testículos) porque cree que la persona que le está atendiendo no tiene la formación suficiente. La doctora es una residente de tercer año, experimentada y curtida, que tiene la desgracia de tener un rostro angelical. Él único doctor masculino es un R1 que lleva escasos meses trabajando...
Hoy es un día importante y señalado, que desde hace varios años ha cobrado más relevancia y reclamo por parte de la sociedad... Pero lamentablemente seguimos viviendo escenas de este tipo a diario en todos los aspectos de nuestra vida.
Solo espero que el día de hoy, 8 de marzo, llegue un momento en el que sea un día más... que se camufle entre el resto de los 365 días...
Ojalá llegue el día en que nos sea indiferente si hay vigilantes o vigilantas, médicos o médicas, enfermeros o enfermeras, celadoras o celadores... y que esperemos recibir por parte de ellos el trato profesional que le corresponde a cada usuario del sistema de sanidad público.
Ya estamos al otro lado. Parecía imposible, verdad?
Esta es una entrada que me apetecía mucho escribir. Cuando creé este blog leía a mis compañeras mayores, y soñaba con el día en el que pudiera escribir estas entradas...
Todo llega en esta vida, y hoy os vengo a hablar de cómo viví el día M :)
Jamás de los jamases me imaginé que el día del MIR me levantaría tranquila.
Después de lidiar con la ansiedad y con los bloqueos mentales en los exámenes durante la carrera, me desperté descansada, habiendo dormido bien y lo más importante, sin haber tenido que recurrir a ninguna pastilla para lograrlo. Cosa que desde segundo de carrera se me hacía inviable la víspera de un examen.
El último mes, a pesar del cansancio y la irritación acumulada, se hizo muy ameno gracias a la academia y a los profesores. La tarde antes de examen salimos de clase dispuestos a comernos el MIR, el mundo o los mismísimos Juegos del Hambre.
Sin embargo, a medida que se acercaba la hora afloraron los nervios escénicos. Pero con esos se puede trabajar. Esos son nervios sanos.
Llegué pronto a la facultad donde realizaba el examen, y me reencontré con antiguos compañeros de la uni, de la academia... me pareció un momento muy entrañable. Dándonos ánimos y diciéndonos cosas bonitas. Ojalá siempre fuera así.
En esas horas en las que aguardábamos nuestro destino no había lugar para la comparación, la competición. De repente, todos estábamos igual de asustados. Todos teníamos que enfrentarnos al mismo monstruo. Aunque todavía no sabíamos que había uno en esas cajas precintadas...
En esas horas todo parecía posible. Yo me sentía preparada, que el esfuerzo de estos meses había merecido la pena, que iba a luchar esas 235 preguntas e iba a vencer. Me sentía ganadora. Intenté contagiar ese sentimiento a todos mis amigos y compañeros cercanos. Esas miradas que contenían la emoción, las sonrisas, los abrazos... celebrando que habíamos llegado.
La última prueba.
Se hacía de rogar. Llegó la hora y no abrían las puertas.
Todos nerviosos. Después, una avalancha humana para entrar. Cuánto me agobia la gente.
Vamos directas al baño, como habíamos planeado. Subimos rápido a nuestra planta y ya están empezando a llamar... Nuestros caminos se separan, un último apretón de manos, un ultimo deseo que de que todo salga bien.
Más agobio esperando a que llamen. Como no estaba cuando empezaron tengo miedo de que me hayan llamado ya. Reprimo el impulso de ir corriendo cual poseída a preguntar si ha dicho mi nombre. La gente empuja y yo me pregunto por qué narices no dejamos un pasillo libre. Pero no son buenos momentos para el civismo.
Finalmente, mi nombre.
Entro, enseño el DNI, me indican mi sitio con una sonrisa y un ánimo, lo vais a hacer fenomenal.
Qué maja, la señora.
Dejo abrigo y mochila, y cojo mi kit de supervivencia. Me siento y hay un post it con mi nombre y mi número de expediente. De nuevo, pienso en la majosidad de las personas que custodian mi aula.
Emulando a Alberto, me dibujo una sonrisa en el post it. Nada puede salir mal, verdad?
El señor explica detenidamente todas las normas. Quizás demasiado. Empezamos el examen a las 16.22h.
35 imágenes. Bien, nada que ver con las 42 que hacíamos en MIR Asturias.
30 páginas en mi versión. Uy, examen corto. Eso no puede ser bueno.
Venga, Marina, sonrisa y al toro.Nunca mejor dicho.
Empiezo decidida y orgullosa de mi misma. No me bloqueo, y contesto del tirón las 5 primeras preguntas de miscelánea. De nuevo, si le dijeran a mi versión de hace unos años que sería capaz de comenzar el examen MIR de esta forma, después de todos los bloqueos que sufrí en la universidad.... No me lo creería.
Después alguna dudosa, pero en general esta primera parte me parece fácil. De hecho, algunas muy fácil. Me empiezo a agobiar porque es tan fácil que si la fallo, sé que la va a acertar todo el mundo.
Y pienso para mi misma Joder, ya la ha liado el ministerio otra vez con un examen fácil como el 2016 va a haber ostias por los puestos....
Ay, Marina, cuando aprenderás, querida...
Efectivamente, ahí estaba la trampa. Llego a la 120-130 y me atasco. Pero que? Pero cómo?
Pero qué me están preguntando aquí?
Las preguntas problemáticas, que mucho se comentaron los días posteriores al examen, es que ni las pienso, paso de ellas. Ni idea. La siguiente. Joder con la siguiente...
Bloques malos y enrevesados de las asignaturas que más me cuestan: pediatría, estadística, nefro...
Resopló y resopló... y la tranquilidad se desmoronó.
Segundo agobio del examen. Joder, la estoy liando demasiado. Estoy dudando muchas entre dos. Preguntas muy ambiguas, respuestas muy parecidas... No sé qué contestar. Me tiro muchos triples y sé que hoy no estoy fina, y que mi resultado va a depender de lo mucho o poco que me entren esos triples. Así es la vida. Así es el MIR...
No había academia o facultad que te prepara para esas preguntas...
Nos informan del error de la plantilla y de que nos dan 15 minutos más. Y yo lo único que me pregunto quién se ha dado cuenta de eso a estas alturas de la película.
Llego a la 170-180 y respiro un poco. Contesto un poco más decidida este segundo bloque de miscelánea. Llega un momento que me empieza a dar igual todo, que lo único que quiero hacer es salir de allí. Me acuerdo del profe de hemato, y antes de cometer una atrocidad descanso de nuevo y voy al baño. A la vuelta me dibujo otra carita sonriente en el post it.
Llego a la 200 y me queda una hora. Voy bien, porque hay menos imágenes, pero un pelín justa. Aprieto un poco el ritmo. Me río con la pregunta de las setas. Por no llorar...
Las de reserva me suben un poco el ánimo porque creo que las tengo bien, y me parece lo más asequible del examen.
Blasfemo sobre el que puso las preguntas de ginecología, que ya me podrían haber preguntado la parida de las de reserva en lugar de las otras.
Imágenes, venga Marina, va.
Sigo el truco de la academia de leer primero el enunciado y luego mirar la imagen. Bien, asequibles. Me lío con la de la broncoscopia, pensando que es izquierda y que es derecha. No te atasques, venga, la siguiente.
Y termino. Me quedan 8 minutos. Estoy hartísima, exhausta y famélica. Paso de repasar el examen porque me quiero quitar al demonio este de mi vista. He ido leyendo atentamente lo de incorrecta/correcta y sé que lo tengo bien. Lo demás me da igual porque sé que voy a cambiar para peor. Entrego la hoja de respuestas y me quedo ahí, contemplando la nada.
Termina el tiempo. Y los señores majos ahora no me lo parecen tanto porque nos hacen ir muy lentos entregando el examen. Madre mía que hambre tengo. Me están esperando fuera.
Joder, me están esperando fuera. Quiero salir.
Son las 22.00h y salimos. Que puto agobio, joder. Cuanta gente. Qué hambre. Qué cabreo.
No encuentro a mi novio. Me está esperando en otro sitio y tengo que volver a cruzar la marabunta de gente. Paso los minutos más agobiantes del día, porque solo quiero irme de allí.
Por fin le encuentro, el pobre lleva esperándome más de una hora en la fría intemperie madrileña.
Nos abrazamos. Discutimos por el sitio donde nos habíamos encontrado.
Qué tal el examen?
No sé. Una parte bien y una parte mal.
Estoy gruñona. El cansancio y el hambre sacan mi peor cara.
De vuelta a casa, en el coche, todo el mundo llamando para preguntar qué tal... y la verdad, no me apetece hablar con nadie. Ahora mismo no. Repito la misma frase a todo el mundo. Notan en mi tono de voz que no es el mejor momento para hablar. palabras de consuelo y de ánimo que no van a ninguna parte porque yo ya no estoy allí...Estoy en trance y necesito azúcar.
Llegamos al sitio donde se celebran las cosas en mi familia, allí están mis padres y mi hermano esperándonos. Al verles siento que estoy a salvo, que estoy en casa y que no me puede pasar nada malo. y quiero llorar como una niña pequeña. Pero me contengo porque estamos en un sitio público y sé que como empiece, no paro.
De nuevo, qué tal el examen?
Me explayo un poco más porque son mis padres y se lo merecen.
Comento las preguntas donde más he dudado con mi padre. Me relajo un poco más.
Empieza a venir la comida y la bebida, y poco a poco vuelvo a ser yo.
Me río de las setas otra vez.
Mis padres me dan tregua y hablan de otras cosas, de todo lo bueno que ha pasado estas semanas, de los planes, del futuro, de los viajes... La sonrisa de mi chico termina por devolverme el sentido. Aquí está mi núcleo, las personas que me han sostenido y aguantado todos esos meses.
Terminamos de cenar y mis padres piden nota para el café. Y me extraña mucho porque ellos no suelen pedir café fuera de casa, y menos de noche.
Me pido un café con leche. De esos que reconfortan hasta el alma.
Mis padres me dan una bolsa con un regalo. Una taza roja con el escudo de Gryffindor.
Y a continuación viene el camarero con la sorpresa: Mi bizcocho favorito y, sobre él, una lámina con una foto de un Fonendo azul, como el mío.
Para que lo mojes en el café, preciosa.
Y me parece el detalle más bonito de mi vida.
Después de la gordura, nos despedimos. me voy a dormir a mi casa...
Quien me diría a mí que el día que haría el MIR sería el día que me independizara...
La felicidad puede hallarse hasta en los momentos más oscuros,
Al borde del abismo. Al filo de la incertidumbre. A escasas horas de encontrarnos con nuestro destino. Nunca hemos estado tan cerca como ahora...
Son horas aciagas, lejanas, en las que vivimos como en un sueño.
No parece real, pero aquí estamos. Al fin hemos llegado.
Hoy vengo a haceros fuertes. A sacar al Residente que lleváis dentro.
Que el mensaje plasmado en estas líneas os dé el subidón de energía para que os enfrentéis al MIR con los dientes apretados, a la carga, a la ofensiva.
Que tiemble el maldito cuadernillo solo con veros.
Para ello, tengo que explicar brevemente el título de esta entrada.
Yo hacía karate de pequeña, antes de que la medicina devorara mis horas libres.
El título de la entrada es el nombre de mi kata favorito. Las katas son como una especie de baile, una coreografía. Os he puesto un vídeo para que lo veáis. Solo me interesan los primeros movimientos. El primer golpe.
No es una kata que se realice con frecuencia en la alta competición. No luce tanto como otros, y es difícil de realizar. Por ese primer golpe. Para realizarlo a la perfección debes gritar a pleno pulmón Bassai dai, unir las manos en un puño y flexionar las rodillas. Coger aire, y soltar a la vez que sueltas el resto del cuerpo. Y ahí te desestabilizas.
Si vas con demasiada fuerza, te caes. Si no vas con la suficiente, te queda un burruño. Da igual como hagas el resto, porque todo se remonta a ese primer movimiento.
¿Como te enfrentas a algo así?¿Cómo entrenas para algo tan cambiante? Mil veces puedes hacer ese golpe, y llega el día del campeonato y la cagas. Porque te moviste un poco más, porque el puño se te fue a Cuenca. Porque no apoyaste bien el tobillo y no pudiste girar...
Como véis, hay muchas cosas en esta vida que no se pueden controlar, aún habiendo entrenado, aun habiendo practicado mil veces. Al final, solo cuenta la última.
Y porqué coño me cuentas esto, Marina. Me estas poniendo más nerviosa.
Ya, espera...
Lo que quiero transmitir con esta metáfora es todo lo que viene antes de ese primer golpe.
Las incontables horas que has estado entrenando. El dolor físico y mental que te ha producido el entrenamiento. El momento que decidiste preparar esto y no otra cosa. Lo que hemos perdido y encontrado por el camino. Las cicatrices, las ampollas, las durezas... pero también la fuerza, la agilidad,la maestría... Hasta que lo hemos hecho nuestro.
Que pienses por un momento en cada decisión, en cada camino que has tomado en los últimos años que te han llevado hasta aquí, hasta este preciso instante. Alguno de ellos al principio no te parecía correcto, o no era el que esperabas... Pero aquí estás. Cada lágrima, cada suspenso, cada piedrecita, por pequeña que fuera, te ha traído hasta aquí y ha hecho de ti lo que eres hoy.
Pero esto no te debe sonar a nuevo. Ya ha habido otras batallas. Hace mucho. Y venciste. Por eso estás aquí leyendo esto. Eres mas fuerte, tienes más conocimiento y mas rodaje que por aquel entonces. El viaje te ha curtido y te ha cambiado. Ahora mismo eres tu mejor versión. Nunca has sido tan bueno como hoy. Nunca te has preparado tanto para algo.
y aun así, ahí sigue viva esa pequeña vocecita que te dice que todavía puedes fallar.
Que siempre puede ir a peor. Que te puedes caer, y que puede doler demasiado...
¿Crees que esa voz te va a levantar?¿Qué te va a lamer las heridas?
No, porque es fruto de tu inseguridad, de tu autoexigencia.
Viene con el pack de ser un obseso del control.
No es el momento de escuchar voces.
No es el momento de mirar la última página para averiguar el final.
Ha llegado la hora de hacer. De salir a ganar nuestra recompensa.
Ha llegado la hora de que el sueño se convierta en realidad.
Parafraseando a G.R.R. Martin, mata al opositor MIR y que nazca el Residente.
Porque según J.K. Rowling uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida...
Ha llegado la hora de que creas en ti, en tu esfuerzo, en tu capacidad de lograrlo.
Para dar ese primer golpe con todo lo que tengas. Tienes que echar el resto.
No puede quedar nada. no va a haber otra oportunidad. Solo cuenta una vez.
Grita fuerte las palabras. Infúndete coraje.
Une tus manos, reúne todo el conocimiento en un puño y cierrálo con fuerza.
Flexiona por un instante las rodillas, para darte el impulso de tu vida.
Coge aire, respira, cierra los ojos para encontrar tu valor...
Déjale que te invada, que te domine, y cuando los abras...
Muchas semanas después de la última vez. Volviendo a la superficie.
Resurgiendo de mis cenizas.
Llevaba semanas pensando en volver a escribir, en volver a este rinconcito mío, al que fue durante muchos años el sitio de mi recreo. Al lugar en el que podía hablar sin tapujos y compartir mi versión, mi perspectiva, con gente anónima al otro lado de las teclas y conectar, compartir este viaje tan bonito y a la vez sacrificado.
Dejé de escribir porque había gente que utilizaba esto para dañarme. Porque perdí gran parte del feedback, porque daba y no recibía.
En mi vida me han quitado muchas cosas, he cedido en muchos aspectos, algunos para bien... Y últimamente me ronda por la cabeza la idea de que nadie me va a quitar esto, este sitio de mi recreo, este rincón que me ha ayudado tanto a seguir, a crecer...
Recordar lo terapéutico que puede llegar a ser plasmar tus pensamientos en un trozo de papel y sentirte mejor después de soltar todo lo que llevas dentro.
Hoy vuelvo por los que siempre han estado. Hoy vuelvo por mí. Por la Marina que comenzó esto ilusionada. Hoy vuelvo para buscar un poco de alivio, para coger aire y seguir. Para dar ánimos y fuerzas a los que se lo merecen.
Y al que le pique, que se rasque.
Volviendo a la idea de que me han quitado muchas cosas...
No soy capaz de escuchar música. Solo escucho música cuando estoy triste, o cuando me quiero animar porque estoy triste.
Si pongo todas esas canciones motivadoras en Twitter no es porque vaya a tope, es porque lo estoy pasando mal e intento animarme. Lo comparto por si hay alguno que esté igual y se pueda beneficiar... por si con esa tontería consigo animar la tarde de estudio a alguien.
Hay grupos de música que me gustan... pero siempre prefiero un libro para entretenerme. O una película. Pero no puedo pasarme horas escuchando música porque me duele mucho.
Aún después de tantos años...
No sé cuántas veces habré escuchado esta canción de Antonio Vega.
Es tan triste pero a la vez me trae tanta paz... Tan lírica, tan hermosa....
y hoy la escucho en bucle mientras escribo estas palabras. Desbordando la tensión por los ojos, aliviándome, vaciándome...
Esto solo es el preludio de la entrada.
Te invito a que sigas leyendo, a que te dejes llevar por la canción... Te invito al sitio de mi recreo.
Donde nos llevó la imaginación, donde con los ojos cerrados se divisan infinitos campos...
Puede que un día cualquiera de la semana lo veamos muy negro. Ahora estamos perdidos en el océano. Solo vemos agua. Oteamos el horizonte en busca de cualquier vestigio de tierra firme... algo que nos sustente, un lugar donde podamos pisar sin tambalearnos. Llevamos tanto tiempo de viaje que no nos acordamos de la ilusión que nos hizo prepararnos para el mismo. De cómo contábamos los días para estar aquí, para ser lo que somos, para convertirnos en lo que seremos en seis meses.... Nunca hemos estado tan cerca como ahora, y sin embargo, todo se nos antoja lejano, imposible, inalcanzable...
Pero es que la vida en alta mar es muy dura.
Muchas horas bajo un sol que no da tregua, que eterniza las horas... y un silencio vital que atormenta nuestra mente, que la enloquece y la vuelve en nuestra contra, porque se aburre y no tiene otra cosa que hacer. Porque nuestro cerebro, acostumbrado a ir a mil por hora, solo tiene una cosa de la que ocuparse. Porque el tedio y la rutina pueden con cualquiera.
Sin embargo, hoy te pido que hagas un ejercicio titánico, hoy te pido que te subas al mástil del barco y que mires hacia atrás...
Que te acuerdes del día que conseguiste entrar, del primer día de la carrera, del primer examen, del primer paciente.... y de todos los sentimientos y emociones que acompañan a esos recuerdos. Seguro que la mayoría son buenos, alguno quizás esté entre los mejores momentos de tu vida. Otros, te parecieron imposibles entonces, y ahora con la lejanía te ríes al recordar tu inexperiencia.
Al fin y al cabo se trata de eso, de experiencia. Y nadie nace sabiendo. Son las caídas, las derrotas, los errores y las desilusiones lo que nos hace aprender. Lo que nos hace avanzar y estar hoy aquí, navegando, con nuevas habilidades, con más recursos y con más fuerza.
Si no, la primera ola nos habría tirado y nos habríamos quedado en casa.
¿Te cuento un secreto?
Ahora mismo, en otro mar, mucho más bravo, más hostil, y más profundo, está tu siguiente versión. Es mucho más fuerte que tú, pero también la etapa es mucho más dura. Y para coger fuerzas para enfrentarse a ella te está mirando a ti por el catalejo. Está recordando este viaje, llenándose de energía con los buenos momentos y riéndose de los malos.
Porque todo pasa y todo llega.
Volveré a ese lugar donde nací.
De sol espiga y deseo...
Segunda parte del ejercicio. Antes te pedí que miraras atrás, que cogieras fuerzas, que vieras que ya has estado en otras situaciones donde lo dabas todo por perdido y has salido de ellas.
Que has ido de derrota en derrota hasta que has conseguido ganar.
Ahora te pido que lleves el catalejo hacia delante... A ese lugar que tanto miedo nos da mirar.
Es solo agua.
Tú te imaginas que te esperan los monstruos del averno, el diluvio universal, olas tan inmensas que cubrirán el sol y te dejarán en las tinieblas más oscuras...
Pero es solo agua.
Piensa en esa tierra firme, ese olor a hierba recién cortada... Esa paz y sosiego que te invade al saber que has llegado, que se terminó esa parte del viaje. Ese cansancio que tienen tus pulmones después del último tramo, cómo poco a poco recobran el aliento porque saben que ya se acabó...
Y tú me dirásya, Marina, pero solo es agua. Ahora no hay tierra, ni hierba, mis pulmones no pueden más y todavía queda, no un trecho cualquiera sino el peor, por recorrer.
Sí, pero soñar es viajar a un mundo al que anhelas ir.
Sí es duro, a veces insoportable, pero como ya te he dicho otras veces peor sería no estar aquí.
Pregúntale al que no puede presentarse este año porque tiene una asignatura enquistada, o TFG.
Pregúntale al que se quedó por el camino.
Pregúntale al que no entró en Medicina.
¿Te cambiarías por alguno de ellos?
Ahí tienes tu respuesta.
Todo camino tiene sus subidas y bajadas. Sus vistas espectaculares y sus momentos de tránsito.
Este es uno de los últimos. Es un trance. Es un medio para llegar a un fin.
Y en este caso está totalmente justificado.
De nieve, huracán y abismos...
Aguanta un poco más. Ya casi lo tienes.
¿Cuántas veces habéis escuchado estas palabras durante estos últimos meses?
Y qué poco nos consuelan. Porque no nos las creemos. Porque están vacías. Porque es una frase hecha a la que se recurre cuando no se sabe qué decir.
Tienes razón. Queda lo peor. Y ahora son más los días malos que los buenos.
Al fin y al cabo, nos jugamos el esfuerzo de todos estos meses, de todos estos años, en 5 horas. En 225 preguntas.
No es justo. Pero hay incontables cosas en esta vida, y la menor es esta, que no son justas.
Y escapa a nuestro control. Nosotros, tan perfectitos, tan rectos, tan disciplinados queremos controlar todas las variables que puedan influir ese día. Y no se puede. Repito, no se puede.
Hay muchas cosas que no dependen de nosotros. La vida cambia, gira y vuelve a cambiar.
Solo podemos controlar nuestra actitud frente al cambio. Y la palabra controlar sigue siendo errónea. Solo podemos moldearnos, adaptarnos a las nuevas reglas del juego.
Nuestro esfuerzo, nuestra dedicación, nuestra voluntad de querer mejorar las cosas...
Aunque haya días que todo salga mal, que tengamos todo el mundo en nuestra contra, aunque parezca que nuestro esfuerzo no valga una mierda...
Solo nos queda tener fe, en nosotros, en nuestro esfuerzo, en que estamos dando todo lo que tenemos, todo lo que somos capaces. Algún día, habrá merecido la pena. Y ese día está más cerca de lo que crees. Tú sigues viendo agua, pero la tierra ya está aquí.
Y las fuerzas flaquean. Lo sé. Yo también lo siento. Yo también estoy harta. Yo tampoco me aguanto a mi mísma. Yo también dudo y me fustigo por dudar. Me canso antes, me irrito antes, y gruño a cualquiera que se atreva a preguntar.
Y no pasa nada. Es parte del camino. tenemos que aceptar la parte negativa. La otra cara de la moneda. No hay una sin la otra. Las dos se complementan.
Disfruta de los días buenos, porque sabes que vendrán malos después.
Y aguanta en los días peores, porque también sabes que lo mejor aún está por llegar.
Silencio brisa y cordura, dan aliento a mi locura...
Ya se terminó el ejercicio. Espero que te haya ayudado.
Espero que hayas creído un poco más en tí, en nosotros. Sabes que cualquier día que te sientas mal puedes volver a pasarte por aquí y leerlo de nuevo.
Ahora solo me queda dar las gracias.
A los que están ahí siempre. A los que aguantan a mi monstruo interno.
Pero sobre todo a la que me ha tendido una mano siempre que he tropezado, a la que me ha sacado de los pozos más profundos, a la que ha creído en mí cuando yo no creía en nadie.
A mi otra M. Mi compañera de viaje.
Porque este tramo, aunque duro y doloroso, se ha hecho infinitamente más ameno a tu lado.
Porque al final, a pesar de todo, con los años será un bonito recuerdo ;)
Hay nieve hay fuego hay deseo, allí donde me recreo...
Me despido, cómo no podría ser de otra forma, con una frase de Harry Potter.
Nos leeremos, una vez más, antes de que todo esto acabe.
“El mundo no se divide en gente buena y mala; todos tenemos luz y oscuridad dentro de nosotros. Lo que importa es la parte a la que obedecemos, eso es lo que realmente somos”.