domingo, 24 de febrero de 2019

Así fue mi día M

Hola de nuevo :)
Ya estamos al otro lado. Parecía imposible, verdad?
Esta es una entrada que me apetecía mucho escribir. Cuando creé este blog leía a mis compañeras mayores, y soñaba con el día en el que pudiera escribir estas entradas...
Todo llega en esta vida, y hoy os vengo a hablar de cómo viví el día M :)

Jamás de los jamases me imaginé que el día del MIR me levantaría tranquila.
Después de lidiar con la ansiedad y con los bloqueos mentales en los exámenes durante la carrera, me desperté descansada, habiendo dormido bien y lo más importante, sin haber tenido que recurrir a ninguna pastilla para lograrlo. Cosa que desde segundo de carrera se me hacía inviable la víspera de un examen.

El último mes, a pesar del cansancio y la irritación acumulada, se hizo muy ameno gracias a la academia y a los profesores. La tarde antes de examen salimos de clase dispuestos a comernos el MIR, el mundo o los mismísimos Juegos del Hambre.

Sin embargo, a medida que se acercaba la hora afloraron los nervios escénicos. Pero con esos se puede trabajar. Esos son nervios sanos.
Llegué pronto a la facultad donde realizaba el examen, y me reencontré con antiguos compañeros de la uni, de la academia... me pareció un momento muy entrañable. Dándonos ánimos y diciéndonos cosas bonitas. Ojalá siempre fuera así. 
En esas horas en las que aguardábamos nuestro destino no había lugar para la comparación, la competición. De repente, todos estábamos igual de asustados. Todos teníamos que enfrentarnos al mismo monstruo. Aunque todavía no sabíamos que había uno en esas cajas precintadas... 

En esas horas todo parecía posible. Yo me sentía preparada, que el esfuerzo de estos meses había merecido la pena, que iba a luchar esas 235 preguntas e iba a vencer. Me sentía ganadora. Intenté contagiar ese sentimiento a todos mis amigos y compañeros cercanos. Esas miradas que contenían la emoción, las sonrisas, los abrazos... celebrando que habíamos llegado.

La última prueba. 

Se hacía de rogar. Llegó la hora y no abrían las puertas.
Todos nerviosos. Después, una avalancha humana para entrar. Cuánto me agobia la gente.
Vamos directas al baño, como habíamos planeado. Subimos rápido a nuestra planta y ya están empezando a llamar... Nuestros caminos se separan, un último apretón de manos, un ultimo deseo que de que todo salga bien.
Más agobio esperando a que llamen. Como no estaba cuando empezaron tengo miedo de que me hayan llamado ya. Reprimo el impulso de ir corriendo cual poseída a preguntar si ha dicho mi nombre. La gente empuja y yo me pregunto por qué narices no dejamos un pasillo libre. Pero no son buenos momentos para el civismo. 
Finalmente, mi nombre. 
Entro, enseño el DNI, me indican mi sitio con una sonrisa y un ánimo, lo vais a hacer fenomenal. 
Qué maja, la señora.
Dejo abrigo y mochila, y cojo mi kit de supervivencia. Me siento y hay un post it con mi nombre y mi número de expediente. De nuevo, pienso en la majosidad de las personas que custodian mi aula.
Emulando a Alberto, me dibujo una sonrisa en el post it. Nada puede salir mal, verdad?

El señor explica detenidamente todas las normas. Quizás demasiado. Empezamos el examen a las 16.22h. 
35 imágenes.  Bien, nada que ver con las 42 que  hacíamos en MIR Asturias.
30 páginas en mi versión. Uy, examen corto. Eso no puede ser bueno. 
Venga, Marina, sonrisa y al toro. Nunca mejor dicho.
Empiezo decidida y orgullosa de mi misma. No me bloqueo, y contesto del tirón las 5 primeras preguntas de miscelánea. De nuevo, si le dijeran a mi versión de hace unos años que sería capaz de comenzar el examen MIR de esta forma, después de todos los bloqueos que sufrí en la universidad.... No me lo creería.
Después alguna dudosa, pero en general esta primera parte me parece fácil. De hecho, algunas muy fácil. Me empiezo a agobiar porque es tan fácil que si la fallo, sé que la va a acertar todo el mundo. 
Y pienso para mi misma Joder, ya la ha liado el ministerio otra vez con un examen fácil como el 2016 va a haber ostias por los puestos....

Ay, Marina, cuando aprenderás, querida...

Efectivamente, ahí estaba la trampa. Llego a la 120-130 y me atasco. Pero que? Pero cómo?
Pero qué me están preguntando aquí?
Las preguntas problemáticas, que mucho se comentaron los días posteriores al examen, es que ni las pienso, paso de ellas. Ni idea. La siguiente. Joder con la siguiente...
Bloques malos y enrevesados de las asignaturas que más me cuestan: pediatría, estadística, nefro...
Resopló y resopló... y la tranquilidad se desmoronó.

Segundo agobio del examen. Joder, la estoy liando demasiado. Estoy dudando muchas entre dos. Preguntas muy ambiguas, respuestas muy parecidas... No sé qué contestar.  Me tiro muchos triples y sé que hoy no estoy fina, y que mi resultado va a depender de lo mucho o poco que me entren esos triples. Así es la vida. Así es el MIR...
 No había academia o facultad que te prepara para esas preguntas...
Nos informan del error de la plantilla y de que nos dan 15 minutos más. Y yo lo único que me pregunto quién se ha dado cuenta de eso a estas alturas de la película.

Llego a la 170-180 y respiro un poco. Contesto un poco más decidida este segundo bloque de miscelánea. Llega un momento que me empieza a dar igual todo, que lo único que quiero hacer es salir de allí. Me acuerdo del profe de hemato, y antes de cometer una atrocidad descanso de nuevo y voy al baño. A la vuelta me dibujo otra carita sonriente en el post it.
Llego a la 200 y me queda una hora. Voy bien, porque hay menos imágenes, pero un pelín justa.  Aprieto un poco el ritmo. Me río con la pregunta de las setas. Por no llorar...

Las de reserva me suben un poco el ánimo porque creo que las tengo bien, y me parece lo más asequible del examen. 
Blasfemo sobre el que puso las preguntas de ginecología, que ya me podrían haber preguntado la parida de las de reserva en lugar de las otras.
Imágenes, venga Marina, va.
Sigo el truco de la academia de leer primero el enunciado y luego mirar la imagen. Bien, asequibles. Me lío con la de la broncoscopia, pensando que es izquierda y que es derecha. No te atasques, venga, la siguiente.
Y termino. Me quedan 8 minutos. Estoy hartísima, exhausta y famélica. Paso de repasar el examen porque me quiero quitar al demonio este de mi vista. He ido leyendo atentamente lo de incorrecta/correcta y sé que lo tengo bien. Lo demás me da igual porque sé que voy a cambiar para peor. Entrego la hoja de respuestas y me quedo ahí, contemplando la nada.

Termina el tiempo. Y los señores majos ahora no me lo parecen tanto porque nos hacen ir muy lentos entregando el examen. Madre mía que hambre tengo. Me están esperando fuera. 
Joder, me están esperando fuera. Quiero salir.

Son las 22.00h y salimos. Que puto agobio, joder. Cuanta gente. Qué hambre. Qué cabreo.
No encuentro a mi novio. Me está esperando en otro sitio y tengo que volver a cruzar la marabunta de gente. Paso los minutos más agobiantes del día, porque solo quiero irme de allí. 
Por fin le encuentro, el pobre lleva esperándome más de una hora en la fría intemperie madrileña. 
Nos abrazamos. Discutimos por el sitio donde nos habíamos encontrado. 

Qué tal el examen?
No sé. Una parte bien y una parte mal. 

Estoy gruñona. El cansancio y el hambre sacan mi peor cara. 
De vuelta a casa, en el coche, todo el mundo llamando para preguntar qué tal... y la verdad, no me apetece hablar con nadie. Ahora mismo no. Repito la misma frase a todo el mundo. Notan en mi tono de voz que no es el mejor momento para hablar. palabras de consuelo y de ánimo que no van a ninguna parte porque yo ya no estoy allí...Estoy en trance y necesito azúcar.

Llegamos al sitio donde se celebran las cosas en mi familia, allí están mis padres y mi hermano esperándonos. Al verles siento que estoy a salvo, que estoy en casa y que no me puede pasar nada malo. y quiero llorar como una niña pequeña. Pero me contengo porque estamos en un sitio público y sé que como empiece, no paro.
De nuevo, qué tal el examen?
Me explayo un poco más porque son mis padres y se lo merecen. 
Comento las preguntas donde más he dudado con mi padre. Me relajo un poco más.
Empieza a venir la comida y la bebida, y poco a poco vuelvo a ser yo.
Me río de las setas otra vez.
Mis padres me dan tregua y hablan de otras cosas, de todo lo bueno que ha pasado estas semanas, de los planes, del futuro, de los viajes... La sonrisa de mi chico termina por devolverme el sentido. Aquí está mi núcleo, las personas que me han sostenido y aguantado todos esos meses. 
Terminamos de cenar y mis padres piden nota para el café. Y me extraña mucho porque ellos no suelen pedir  café fuera de casa, y menos de noche.
Me pido un café con leche. De esos que reconfortan hasta el alma.
Mis padres me dan una bolsa con un regalo. Una taza roja con el escudo de Gryffindor.
Y a continuación viene el camarero con la sorpresa: Mi bizcocho favorito y, sobre él, una lámina con una foto de un Fonendo azul, como el mío.

Para que lo mojes en el café, preciosa.
Y me parece el detalle más bonito de mi vida.

Después de la gordura, nos despedimos. me voy a dormir a mi casa...
Quien me diría a mí que el día que haría el MIR sería el día que me independizara...


La felicidad puede hallarse hasta en los momentos más oscuros,
 si somos capaces de usar bien la luz. 
Albus Dumbledore.





jueves, 31 de enero de 2019

A 48h del MIR: Bassai dai

Henos aquí.
Igual que en las grandes historias, señor Frodo.
Al borde del abismo. Al filo de la incertidumbre. A escasas horas de encontrarnos con nuestro destino. Nunca hemos estado tan cerca como ahora... 

Son horas aciagas, lejanas, en las que vivimos como en un sueño. 
No parece real, pero aquí estamos. Al fin hemos llegado.

Hoy vengo a haceros fuertes. A sacar al Residente que lleváis dentro.
Que el mensaje plasmado en estas líneas os dé el subidón de energía para que os enfrentéis al MIR con los dientes apretados, a la carga, a la ofensiva. 
Que tiemble el maldito cuadernillo solo con veros.
Para ello, tengo que explicar brevemente el título de esta entrada. 

Yo hacía karate de pequeña, antes de que la medicina devorara mis horas libres.
El título de la entrada es el nombre de mi kata favorito. Las katas son como una especie de baile, una coreografía. Os he puesto un vídeo para que lo veáis. Solo me interesan los primeros movimientos. El primer golpe.



No es una kata que se realice con frecuencia en la alta competición. No luce tanto como otros, y es difícil de realizar. Por ese primer golpe. Para realizarlo a la perfección debes gritar a pleno pulmón Bassai dai, unir las manos en un puño y flexionar las rodillas. Coger aire, y soltar a la vez que sueltas el resto del cuerpo. Y ahí te desestabilizas
Si vas con demasiada fuerza, te caes. Si no vas con la suficiente, te queda un burruño. Da igual como hagas el resto, porque todo se remonta a ese primer movimiento.

¿Como te enfrentas a algo así?¿Cómo entrenas para algo tan cambiante? Mil veces puedes hacer ese golpe, y llega el día del campeonato y la cagas. Porque te moviste un poco más, porque el puño se te fue a Cuenca. Porque no apoyaste bien el tobillo y no pudiste girar...

Como véis, hay muchas cosas en esta vida que no se pueden controlar, aún habiendo entrenado, aun habiendo practicado mil veces.
Al final, solo cuenta la última.

Y porqué coño me cuentas esto, Marina. Me estas poniendo más nerviosa.

Ya, espera... 
Lo que quiero transmitir con esta metáfora es todo lo que viene antes de ese primer golpe.
Las incontables horas que has estado entrenando. El dolor físico y mental que te ha producido el entrenamiento. El momento que decidiste preparar esto y no otra cosa. Lo que hemos perdido y encontrado por el camino. Las cicatrices, las ampollas, las durezas... pero también la fuerza, la agilidad,la maestría... Hasta que lo hemos hecho nuestro.

Que pienses por un momento en cada decisión, en cada camino que has tomado en los últimos años que te han llevado hasta aquí, hasta este preciso instante. Alguno de ellos al principio no te parecía correcto, o no era el que esperabas... Pero aquí estás. Cada lágrima, cada suspenso, cada piedrecita, por pequeña que fuera, te ha traído hasta aquí y ha hecho de ti lo que eres hoy.

Pero esto no te debe sonar a nuevo. Ya ha habido otras batallas. Hace mucho. Y venciste. Por eso estás aquí leyendo esto. Eres mas fuerte, tienes más conocimiento y mas rodaje que por aquel entonces. El viaje te ha curtido y te ha cambiado.
Ahora mismo eres tu mejor versión. Nunca has sido tan bueno como hoy. Nunca te has preparado tanto para algo.

y aun así, ahí sigue viva esa pequeña vocecita que te dice que todavía puedes fallar.
Que siempre puede ir a peor. Que te puedes caer, y que puede doler demasiado...

¿Crees que esa voz te va a levantar?¿Qué te va a lamer las heridas?
No, porque es fruto de tu inseguridad, de tu autoexigencia. 
Viene con el pack de ser un obseso del control.

No es el momento de escuchar voces. 
No es el momento de mirar la última página para averiguar el final.
Ha llegado la hora de hacer. De salir a ganar nuestra recompensa. 
Ha llegado la hora de que el sueño se convierta en realidad. 

Parafraseando a G.R.R. Martin, mata al opositor MIR y que nazca el Residente.
Porque según J.K. Rowling uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida...


Ha llegado la hora de que creas en ti, en tu esfuerzo, en tu capacidad de lograrlo. 
Para dar ese primer golpe con todo lo que tengas. Tienes que echar el resto. 
No puede quedar nada. no va a haber otra oportunidad. Solo cuenta una vez.

Grita fuerte las palabras. Infúndete coraje.

Une tus manos, reúne todo el conocimiento en un puño y cierrálo con fuerza.

Flexiona por un instante las rodillas, para darte el impulso de tu vida.

Coge aire, respira, cierra los ojos para encontrar tu valor...
                                                             Déjale que te invada, que te domine, y cuando los abras...



Suéltate.

Golpea.

Vence.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...