jueves, 26 de febrero de 2015

Sin novedad en el frente

Hola...
Aquí estoy. El título lo dice todo.
No tengo grandes cosas que contar.
Después del examen de Micro me he quedado sin fuerzas. Debería estar estudiando. Debería ir a clase. Debería seguir con el curso, con la carrera, pero no puedo. Estoy en stand-by.
Es algo que me pasa todos los años, eso es cierto, pero esta vez me está costando mucho recuperarme. No sé si es una mini-depresión, apatía, o yo qué sé... Pero nada o casi nada, consigue llenarme. Me levanto tarde todos los días, aunque me pongo el despertador a las 7.30h cada mañana. Y aunque estoy en casa y pienso que lo voy a aprovechar, que voy a estudiar más horas que si voy a clase, hoy no he tocado un mísero libro. Quiero estar en casa, comer con mi familia, verlos un rato...Miro la tele sin verla, como porque tengo que llenar el depósito de combustible, y hago ejercicio porque si no me pongo todavía más gorda sin hacer nada en casa tumbada o sentada las 24 horas.
 Lo único que me salva son mis libros... pero los últimos que me he leído me han dejado todavía peor, por el drama que bañan sus páginas. Los que leáis con frecuencia ya sabéis esos días de luto que pasa cualquier lector que se precie cuando termina un buen libro...
Busco cosas interesantes para poner en el blog, pero no me entra en cosquilleo necesario para golpear las teclas y escribir una entrada decente... Estoy recopilando información sobre mi rotación en Atención Primaria. Cuando termine mi estancia allí, publicaré la entrada.

Así que nada... Aquí estoy. Deseando que termine el curso. Para mí tercero ya ha terminado. Soy un poco estúpida, la verdad, porque me quedan un porrón de exámenes... pero ya he tenido suficiente. Estoy descansando porque no puedo más. Y lo que me jode es que tampoco descansas del todo porque  hay una vocecita en mi cabeza que me dice: Deberías estar estudiando, pájara. Que AP lo llevas como el culo y al final vas a ir a junio. Como no te pongas con PG, vas a batir récord en junio de asignaturas a recuperar, y a lo mejor por libertina no pasas a cuarto. 

En fin, siento el tono de esta entrada, pero para eso está este blog. Para reflejar los buenos momentos y los malos. No puedo evitar pensar qué narices voy a hacer cuando no pueda descansar cuando yo quiera. Es decir, en el trabajo no te dejan faltar un día sí y otro también. Espero que esto cambie... o que yo cambie, más bien. 

Bueno... espero que la próxima entrada tenga algo más de chicha, y no sea tan melancólica como esta. 
Hasta la próxima.

domingo, 15 de febrero de 2015

Microbiología. ¿Piedra angular de la carrera?

Foto cogida de este blog sobre comunicación

Hola :)

Siento la ausencia, pero las bacterias me tenían secuestrada.
Hoy vengo a hablar de un sentimiento que me tiene trastornada desde hace varias semanas.
Quizás trastornada suena un poco fuerte. Puede que revuelta se acerque más. Sí, revuelta es la palabra. Tercero me está mareando un poco. Las asignaturas con las que tengo que lidiar este año parecen placas tectónicas bailando salsa bajo mis pies. Algunas cosas parecen encajar con lo aprendido en otros años, otras, sin embargo, hacen el puzzle más complicado e incomprensible.

  La semana pasada tuve el examen de Microbiología, concretamente sólo la parte de bacteriología. Y tengo la sensación, y algunos pueden que hayan experimentado lo mismo, de que hay un antes y un después en la carrera con respecto a este examen. Me parece una prueba de fuego, un rito de iniciación por el que todo aquel estudiante de medicina que se precie tiene que pasar.
Ya comenté en entrada anteriores que este curso me está pareciendo difícil, pero la verdad es que es el que más me está gustando. Lo que estamos dando me está gustando. La micro, la farma, la semiología... Es el principio de la clínica, y no puedo evitar emocionarme y sentir un vuelco en mi estómago ante la expectativa de algo grande, como cuando vas al cine y comienza a sonar la música, las luces se apagan y los murmullos mueren en silencio. Es es lo que significa para mí micro, y en definitiva tercero, e incluso un poco segundo. La antesala de algo grande. El tráiler de la medicina. En definitiva, una piedra angular, sobre la que voy construyendo poco a poco lo que seré algún día. Una pieza fundamental en la carrera, y que sin ella estoy perdida.

Así que me encuentro en un punto raro. Un punto en el que tengo cierta seguridad de lo que estoy haciendo,  sé hacia dónde voy, crees que lo que sabes lo dominas, pero en seguida viene alguien con más experiencia que tú y con dos palabras, o una simple mirada, te desestabiliza y te hace dudar de todo el camino andado y piensas que estás igual de perdida que al principio. Vuelves a  ese primer día, a ese primer curso en el que creías que en seguida ibas a aprender un montón de cosas útiles, que no olvidarías jamás y que, en realidad, es tan sólo el último copito de nieve de la puntita más finita del enorme iceberg de conocimiento de este campo del saber.
 Estos incontables días en la biblioteca en las que he pasado horas eternas entre bacterias, agares, hemocultivos y torundas, no he podido evitar, entre paseo y paseo al servicio, fijarme en los otros seres que allí habitaban.  Y me sorprendí al ver que no tenían un Murray entre sus manos. Algunos tenían un Prometheus, otros un Netter, y algunos valientes que se atrevían a estudiar directamente del Rouvière. o del Latarjet.  Pasaban y pasaban las hojas, llenas de dibujos con músculos rojo tomate, nervios amarillos como el sol, venas azules, arterias rojas y ganglios linfáticos verdes como el musgo.
Qué tiempos aquellos en los que pensaba que Medicina era origen, inserción, inervación y vascularización. Origen inserción, inervación y vascularización.

Ojalá que, en unos años, pueda contemplar esta entrada y al secarme las lágrimas de la risa y diga algo como Qué tiempos aquellos en los que pensaba que la Medicina era un conjunto de listas interminables de fármacos, bacterias, signos y síntomas sin relación alguna.



domingo, 1 de febrero de 2015

La importancia de la exploración física

Hola :)

Aquí estoy otra vez.
Esta vez os traigo un vídeo que, seguramente, muchos habréis visto.
Es una charla TED, de hace  unos cuantos años y que ya nos la han puesto en la universidad, en distintas asignaturas, como tres veces. Casi nos la sabemos de memoria.
Habla sobre la importancia de la exploración física, y del vínculo que se establece entre el médico y el paciente durante dicho acto.
 Viene un poco relacionado con lo que he intentado plasmar en la entrada anterior.
Lo siento, no he encontrado la versión subtitulada. Espero que llevéis bien el inglés ;)

Espero que os guste ;)

Mi primera historia clínica

Hola :)

Lo prometido, es deuda. Así que, a petición de Iratxe, voy a ampliar un poco lo que comenté en la entrada anterior relatando cómo fue mi primera historia clínica en solitario :)

Digo en solitario porque el primer día que rotamos por el hospital, y por Interna, lo hice con una compañera y amiga, e hicimos la historia conjuntamente. Así que escojo mi primera vez en solitario para intentar describir, lo mejor que pueda, esa sensación de vértigo que tenemos todos cuando entramos en la habitación de un paciente.

Todos los martes, como ya dije, vamos al hospital. De 8.00h-15.00h. Durante la primera hora, nos imparten un seminario, que bien puede ser médico (cómo explorar cierto aparato, cómo hacer una historia clínica...), o quirúrgico (principales complicaciones quirúrgicas, paciente politraumatizado, limpieza de heridas quirúrgicas...). A las 9.00h, cada mochuelo se va a su olivo, a cumplir con sus respectivas rotaciones. Luego nos encontraremos todos a las 13.00h en Interna para corregir historias clínicas.

Pues bien, todos aquellos que íbamos a Interna fuimos juntitos a buscar cada uno a su adjunto. Y, ¿qué creéis que fue lo que pasó? Pues que la mayoría no estaban. ¿Y dónde creéis que estaban? Pues muchos de ellos tomándose un café, claro. Totalmente normal y comprensible, pero si no vienen hasta las 9.30-10.00h, o están salientes de guardia, que lo avisen y así no nos ponemos histéricos perdidos preguntándonos dónde leches estará nuestro adjunto, ¿no?.

Después de encontrar a mi adjunto con su respectiva residente, estuvimos en el despacho poniéndonos al día sobre los diversos pacientes a ver en esa mañana. Una vez hecho esto, hicimos la ronda. A la hora de explorar/auscultar ya sabéis, primero adjunto, luego residente, luego posible alumno de 6º, luego alumno de 3º, aquí la moña. Es obvio que somos los pequeñines, y el último mono en el hospital. Después al salir de la habitación, viene la temida pregunta...Y bien, ¿Qué has escuchado en los pulmones? Y tú ¡oh Dios mío! ¡Y yo qué se que he escuchado! Venga, Marina, tienes que decir algo o se va a pensar que eres imbécil. Emmm, yo creo que eran pitos, ¿no? Y sueltas un término médico que no te han explicado, pero que,  inocente de ti, crees que así se denomina lo que has escuchado. Pues no. El adjunto te dice Umm, yo no estoy de acuerdo con lo que acabas de decir. Es más bien al contrario. Es un roncus.
 Y es entonces cuando te armas de valor, y, para que no te traten como otra estudiante de 3º insulsa de la que se tienen que ocupar esa mañana, sueltas: No me lo han explicado en clase. ¿Podrías explicarme la diferencia entre unos y otros? El adjunto accede, y te explica los principales ruidos patológicos que se pueden encontrar en la auscultación pulmonar. Y gracias a él, eso es algo que nunca  se me va a olvidar.

Eso es lo malo que yo le veo a estas prácticas. Porque te exigen tener idea de lo que haces, cuando se supone que vas allí a que te lo expliquen y te enseñen. Un poco ambiguo. Y ya sí que sí, vamos a por la historia clínica de ese día:

Hacia un historia clínica única

El adjunto, tras terminar la ronda, me preguntó: ¿A quién quieres hacerle la historia?
Y me dejó escoger a una señora de 75 años que estaba allí por una gastroenteritis aguda. Escogí a esa paciente porque estaba tranquila, no tenía mucho dolor, y podía respirar con normalidad y no le iba a molestar que le hiciese un montón de preguntas y una exploración física a fondo.

Nos exigen una historia clínica completa, por aparatos, tenga o no tenga que ver con la enfermedad actual, y una exploración física completa. Por lo que, si cumples más o menos con el cometido, estás una hora entera con el paciente tú solito. 

Obviamente, estás tú más nervioso que el propio paciente. Es algo que cuesta describir. Tú entras ahí, con tu bata, tu fonendo, tu libreta... y se supone que impones. Los pacientes te miran con respeto. Pero tú no te sientes como una persona así, imponente. Además, yo tengo una vocecilla muy dulce, que parezco una niña pequeña, y uno de mis grandes temores al empezar las prácticas es que no me tomasen en serio. Pues entras en la habitación y sueltas con esa vocecilla: Hola, soy la estudiante que ha estado antes aquí con el doctor X, venía a hacerle unas cuantas preguntas, si no le importa.

Y la mujer te sonríe tiernamente, y te deja pasar. Se salen sus acompañantes y empieza el espectáculo.
 Comienzas a preguntar por el motivo de ingreso, la medicación que toma, sus hábitos, sus antecedentes personales, cómo murieron sus padres, cuantos hijos tiene.... En resumidas cuentas, de todas esas cosas personales, íntimas, que algunas de ellas son defectos, enfermedades, problemas de salud de las que a uno no le apetece a hablar, o como norma general, no se las cuenta a la persona que tiene delante y que acaba de conocer. Pero esta señora lo hace. Y resulta que ha pasado por un montón de cánceres. Tiene una mastectomía en el pecho derecho, también una histerectomía... un melanoma... Y la mujer sigue ahí, sonriendo. A cada pregunta que haces te cuenta una desgracia más, y no puedes dejar de sorprenderte.
  Terminada la entrevista con preguntas tan personales como ¿Tiene algún problema para orinar?¿Con que frecuencia hace de vientre?, pasamos a la exploración física. Y lo que viene a continuación me sorprendió mucho, porque fue decir: Muy bien, señora. Ahora la voy a explorar.  Y la mujer, con su sonrisa eterna, se quitó el pijama y me dejó hacer. Yo no esperaba esa confianza, esa desnudez en cuerpo y alma que me mostró en apenas unos minutos. No podía creer cómo en tan poco tiempo me había ganado ese privilegio de poder explorarla sin ningún impedimento, sin tener que ir pidiendo que se fuese desvistiendo.
 Y claro, ahora  desde la lejanía, pienso que esa señora ha pasado por mucho. Por demasiadas exploraciones físicas, por demasiadas preguntas incómodas, por demasiados médicos que le han pedido que se desvistiera. Y supongo que ya lo tiene como un hábito, y antes de que se lo pidan, lo hace, para facilitar las cosas.
Voy poco a poco. Ausculto corazón, pulmones, y abdomen. Palpo la mama y soy consciente del mapa de cicatrices que bañan su cuerpo. Y ella sigue con su sonrisa, señalándome cada una de ellas, orgullosa de sus trofeos ganados en cada una de las múltiples batallas que ha librado contra la enfermedad. Le palpo el abdomen con cuidado, de de la zona menos dolorosa a la más dolorosa. Palpo los diversos pulsos  mientras charlamos sobre la vida, sobre la alegría que le da su nieta de 5 años. Hago una exploración neurológica sencilla, según me voy acordando de las cosas. La libreta, en la que pensaba ir apuntando todo, quedó apartada y en blanco, sin ninguna anotación más que los nombres de los muchos medicamentos que tomaba la que fue por una hora mi paciente.
  Creía que ya lo tenía todo. Se iba acercando el momento de despedirnos. Y yo no me quería ir. Me sentía tan bien allí, explorando, preguntando, haciéndome una idea de lo compleja y caprichosa que es la vida...Estaba en mi elemento. Pero me tenía que ir a redactar en los ordenadores todo lo que acababa de recopilar en un lenguaje técnico que no conozco bien, del que chapurreo unas pocas palabras, y muchas veces, mal dichas. Me tomé la libertad de darle un par de consejos, como que se cuidase las uñas de los pies, porque era diabética, y no quería que a la pobre mujer, además, le cortasen un pie. Y ella me preguntó una serie de dudas que tenía, y yo le contesté como buenamente pude. Le dije que eso era todo por mi parte, le agradecí su colaboración y le deseé una pronta recuperación.
 Ella, como último regalo, me dijo: Espero que hayas aprendido mucho conmigo. Algo bueno hay que sacar de todo esto que me ha pasado.

Después de redactar mi historia clínica en la aplicación del hospital, y de imprimirla, decidí salir a presentar mi historia en la reunión de la 13.00h, delante de todos mis compañeros, los adjuntos y del Jefe de Servicio de Interna y director médico del hospital, que es el que más caña nos mete en estas reuniones.
 Lo hice por diversas razones. Porque creí que había hecho una buena historia clínica, y resultó ser la mejor y concienzuda exploración física que he hecho hasta el momento. Porque era un caso interesante con un montón de patologías, y, principalmente,  porque se lo debía a ella. Así que salí, me enfrenté a los leones, me llovieron un montón de palos, me corrigieron un montón de cosas que estaban mal, defendí las cosas que había hecho bien, y aprendí de los errores. Que para eso estamos allí, ¿no? Para aprender. Porque uno no nace sabiendo como hacer una historia clínica  y una exploración física perfecta al segundo  día. 

Pero, si algo sé con certeza es que, ese martes, se  empezó a formar clínicamente la médico que seré el día de mañana. 
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